Años después…
----Narra
Cristina----
Me encontraba en mi
habitación, guardando algunas cosas cuando tocaron a la puerta abierta, me giré
y le sonreí a mi madre.
María: No puedo
creerme que mi pequeña ya se haya graduado.
Cristina: Tengo que
crecer.
María: Aún siento
como si fuera ayer cuando supe que estaba embarazada de ti y les di la alegría
del siglo a tu padre y tu hermano.
Cristina: Y a final
de este año cumpliré veintidós.
María: Pronto
comenzarás a vivir independiente, nos presentarás a tu novio o a lo mejor Dani
se presenta con la noticia de un nieto.
Cristina: Para tu
nieto creo que aún falta bastante y lo de mi novio está aún muy verde, ni
siquiera tengo.
María: ¿Qué ha
pasado con aquel chico que te gustaba tanto?
Cristina: ¿A quién te
refieres?
María: Ese por el
que estabas loquita con tan solo trece años.
Cristina: ¿Es
posible que alguien solo pueda enamorarse una vez en su vida?
María: Por
supuesto, pero sólo si es de la persona correcta.
Cristina: Tengo mis
dudas… Sin embargo, y para mi mala suerte, no he conseguido olvidarlo-suspiré
dejándome caer sentada en mi cama-. Es como si tuviera dormidos mis
sentidos y no pudiera sentirme atraída
por alguien más.
María: Conozco esa
sensación, cariño, es como ir caminando por la vida con solo la mitad de tu
ser.
Cristina: Me siento
desorientada, he terminado una carrera, este verano he asistido a tres
entrevistas de trabajo y hasta he hecho amistades nuevas, pero no me siento
completa.
María: Porque es un
ciclo de tu vida que no has logrado cerrar, es como si cargaras con algo muy
pesado mientras intentas continuar caminando.
Cristina: Y solo
hay una forma de cerrar ese ciclo de mi vida, ¿verdad?
María: Así es-me
acarició el pelo-. Sé que serás capaz de hacerlo, eres una chica fuerte y decidida.
Cristina: No me
siento así cuando pienso en él.
María: Porque estás
enamorada y te da miedo lo que pueda ocurrir.
Cristina: Eres la
mujer más sabia que conozco.
María: Soy tu madre
y estoy programada para decir las cosas que te hagan sentir bien-me abrazó-. Te
quiero mucho mi pequeña.
Cristina: Y yo a
ti, mamá.
Dani: ¡¿Dónde está
todo el mundo?!
Reí al escuchar el
grito ofuscado de mi hermano.
Cristina: Ya llegó
por quien suspirabas-me burlé.
Ella rió y bajó
corriendo al encuentro de su pequeño. Inspiré hondo y tomé una decisión, era
hora de empezar a cerrar puertas para poder seguir hacia delante.
Mi momento de relax
me duró hasta que el huracán rubio que era mi hermano entró en mi habitación y
me aplastó contra la cama.
Dani: No me ha
gustado la bienvenida, enana.
Cristina: No te
idolatro como tu novia o tu madre, así que olvídate de la idea de que salga
corriendo a tu encuentro-murmuré lentamente-. Has engordado, pesas más que la
última vez y me vas a aplastar.
Dani: La última vez
que me viste fue ayer-me entrecerró los ojos mientras se levantaba.
Cristina: Pues
eso-me encogí de hombros tomando una honda respiración, de forma exagerada por
supuesto-. Anda, dame un abrazo, hermanito.
Alcé los brazos y
él rió por lo bajo mientras me abrazaba y me levantaba del suelo.
Dani: ¿Qué tienes
pensado hacer como recién graduada?
Cristina:
Celebrarlo, por supuesto.
Dani: Con
precaución.
Cristina: Puedes
estar tranquilo, papá-rodé los ojos.
Dani P: ¡Dani, baja
a verme!
Dani: Hablando de
Roma…-se burló por lo bajo-. ¡Sube tú, viejo!
Dani P: ¡No te
pases!
María: ¿Podéis
dejar de gritar?
Cristina: Tú
también estás gritando.
Al final decidimos
bajar y pasamos un buen rato entre risas, adoraba a mi familia, era lo mejor de
mi vida y estaba muy agradecida por ello.
Dani: ¿Ya te has
quedado pensando en tu chico?-Me pichó mi hermano.
Cristina: Yo pienso
en el amor de mi vida todos los días-me giré hacia mi padre-, te quiero mucho
papá.
A mi padre le
brillaron los ojos y me abrazó fuerte, permanecí acurrucada contra su pecho,
porque no importaba que tuviera veintiún años, los abrazos de mi padre eran mis
favoritos y nunca prescindiría de ellos.
María: Toma, Dani-le
tendió un pañuelo.
Dani P: ¿Qué tengo?
Dani: Estás a punto
de babear a Cristina-se burló y nuestra madre rió-. Qué tierna escena.
Cristina: ¿Dónde
está tu princesita hoy?
Dani: Trabajando,
estoy haciendo tiempo antes de ir a recogerla.
María: Espero que
no os olvidéis de que hay quedada el sábado.
Dani: ¿Qué se
celebra esta vez?
Cristina: Es el
cumpleaños de Jesús.
Dani P: Ni siquiera
lo has dudado-rió.
Cristina: No puedo
evitarlo-me encogí de hombros-. En fin, he quedado con las chicas y me estarán
esperando ya.
María: Dale
recuerdos a todas.
Cristina: Lo haré.
Les di besos en las
mejillas a los tres y salí a la calle tras colgarme el bolso en el hombro.
Realmente no había quedado con nadie, pero mi madre me había dado una idea y
necesitaba llevarla a cabo antes de acobardarme lo suficiente como para dar
marcha atrás.
Era la primera vez
que estaba allí, pero me sabía la dirección como si fuera la mía. Toqué en el
telefonillo y esperé a que me respondiera.
Jesús: ¿Sí?
Cristina: Hola…
Jesús: Em… Sube.
Parecía un tanto
asombrado y no era para menos, ni yo misma sabía exactamente qué era lo que
estaba haciendo allí, pero ya no había marcha atrás. El ascensor fue bastante
rápido y él me esperaba en su puerta abierta.
Llevaba unos
pantalones de baloncesto y una camiseta sin mangas dos tallas más grandes, con
el pelo despeinado y descalzo.
Cristina: Hola.
Jesús: Hola… Am…
Pasa.
Se hizo a un lado y
entré, observando todo a mí alrededor. Era un apartamento bastante espacioso e
iluminado, con un gran ventanal, un sofá, un par de sillones de una sola plaza
y una pantalla de plasma con un partido de baloncesto a la mitad del juego. No
había nada por medio y el salón estaba bastante limpio.
Cristina: Siento si
te molesto…
Jesús: Es solo que
me has pillado un poco por sorpresa, mi madre se fue hace un rato y no esperaba
a nadie.
Cristina: Y mucho
menos a mí.
Jesús: ¿Por qué no
debería esperarte a ti?
Cristina: Después
de tantos años ignorándome yo también me habría extrañado si te hubiese visto
en mi puerta.
Jesús: Primero, no
estoy extrañado, sino sorprendido; y segundo, no he estado ignorándote,
simplemente he permanecido a un lado.
Cristina: ¿Por qué?
Jesús: Esperando y
preparándome.
Cristina: Odio ser
repetitiva, pero ¿para qué?
Jesús: Pronto lo
sabrás.
Bufé y negué con la
cabeza, pasándome una mano por el pelo, aquello iba a ser más difícil de lo que
pensaba…
Jesús: Siéntate,
¿quieres tomar algo?
Cristina: No,
gracias, voy a tardar muy poco-suspiré-. Acabo de graduarme, he tenido varias
entrevistas de trabajo y necesito encaminar mi vida hacia delante pero no puedo
porque hay algo que me retiene hacia atrás.
Jesús: ¿Y has
venido a hablar conmigo porque tengo que ver yo con eso que te retiene?-se
apoyó en el respaldo del sofá.
Cristina: He venido
a hablar contigo porque eres tú quien me retiene de seguir adelante-él me miró
atónito-. Me resulta chocante que te sorprendas, como si no supieras lo que
siento por ti desde que teníamos trece años, por favor, si hasta nuestros
padres se dieron cuenta.
Jesús: Yo…
Cristina: Solo
vengo a decirte que, a pesar de haberte estado esperando todos estos años, ya
no puedo hacerlo más. No porque hayas dejado de gustarme, es obvio que aún
siento algo por ti, de otro modo no estaría aquí, pero… Necesito cerrar esta
etapa y seguir adelante, conocer a alguien y quizás volverme a enamorar-me
encogí de hombros-. Siempre serás mi primer amor, pero necesito algo más que
miradas a hurtadillas desde un rincón.
Y salí del
apartamento con una sensación extraña apoderándose de mi corazón.
----Narra Jesús----
Y tú siempre vas a ser el mío… El único.
Quizás ella
sintiera que, al cerrar la puerta de mi apartamento, había cerrado esa puerta
metafórica de su pasado, pero no se había dado cuenta de que yo había puesto el
pie para dejarla abierta. Miré mi teléfono y sonreí al ver un mensaje.
Marta: Va a matarme como se entere, así que trata de
ser discreto, por favor…
Jesús: No te preocupes, cuñadita, no le diré quién
ha sido mi fuente, ahora cuéntame
Marta: Acaba de decir por el grupo que va a ir a tu
cumpleaños, así que hemos quedado para ir a comprar qué ponernos todas juntas
mañana por la tarde, después de que Lucía salga de trabajar
Jesús: Gracias cuñada, te debo una
Marta: No lo olvidaré
Me tiré en el sofá
y le escribí a Dani un rápido mensaje para quedar al otro día por la tarde en
casa de sus padres, necesitaba hablar con ellos de algo importante y esperaba
que no le comentaran nada a Cristina.
Al otro día, en
cuanto Marta me envió un mensaje avisándome de que ya estaban todas las chicas
en el centro comercial, me puse camino de casa de Dani y María, tardé una media
hora en la que medité lo que iba a decirles.
Me abrió María con
una sonrisa, un poco asombrada, pero me dejó pasar con su amabilidad de
siempre.
Dani P: Hola.
Jesús: Hola-le
estreché la mano-. Debo deducir que Dani no os ha dicho nada.
María: Debería
haber llegado y comentado qué es lo que ocurre, pero, como siempre, se retrasa.
Dani: Ya estoy
aquí.
María: ¿Qué vais a
querer beber, café o refresco?
Los tres pedimos
refrescos y ella fue hacia la cocina para traer vasos y algunos refrescos y
zumos en una bandeja que dejó sobre la mesita pequeña delante de nosotros. El
matrimonio estaba sentado frente a mí, Dani se sentó a mi lado y todos
esperaron pacientes a que me decidiera a hablar.
Jesús: Doy por
hecho que sabéis que me gusta vuestra hija desde que teníamos trece.
Dani P: Eso es cierto-sonrió-.
Y que ese sentimiento aún sigue vivo también lo sabemos.
Jesús: Mi padre me
dijo que era preferible que esperara a que cumpliera dieciocho para hablar con
ella en vez de insistir y acepté marcando cada día en el calendario, contando
uno a uno los días que me quedaban para cumplirlos y poder declararme.
Dani: ¿Por qué no
lo hiciste?-Preguntó curioso-Esperaba que hablarais en cuanto yo me disculpé
por la idiotez que había cometido.
Jesús: Porque
maduré de golpe, el día anterior a mi cumpleaños estuve pensando en lo mucho
que quería estar con ella y me di cuenta de que no tenía nada que ofrecerle.
Dani P: Nunca se
tiene suficiente que ofrecer, Jesús.
Jesús: Lo sé, pero
yo quiero tener con ella lo que tienen mis padres, o lo que tenéis vosotros, Mireya
y Blas, Judith y Álvaro o Ana y Carlos-me froté las manos, nervioso-. Quiero
tener una base donde ella pueda establecerse y, a partir de ahí, construir
nuestro futuro, ya tengo todo eso, el sábado cumplo veintidós, me han
contratado en un estudio de arquitectura y pago un apartamento con mi propio
dinero, ahora estoy listo para ser el hombre que ella necesita y me gustaría
saber que cuento con vuestro apoyo.
María: Es muy dulce
por tu parte querer nuestro visto bueno, cariño, pero solo Cristina es quien
puede dártelo, es su vida y su futuro y ella será quien decida. Nosotros
estaremos de acuerdo con lo que ella escoja-me sonrió-. Aunque no te voy a
negar que me encantaría que tú fueras nuestro yerno.
Dani: Yo prometo no
meterme en vuestras decisiones de nuevo.
Jesús: Gracias.
María: Dame un
abrazo, anda.
Reí mientras me
levantaba y me dejaba abrazar por quien, esperaba, sería mi suegra.
El sábado por la
mañana pasó más rápido de lo que esperaba, me sentía nervioso, pero estaba muy
seguro de lo que iba a hacer, aunque no hubiese pensado demasiado lo que iba a
decir, me bastaba con saber qué era lo que quería decir.
Llegué el primero a
casa de mi madre, me iban a celebrar el día con una barbacoa para la cena.
Mayte: Mi
pastelito-me abrazó y me llenó de besos las mejillas-. Felicidades, cariño.
Jesús: Gracias
mamá.
Abracé a mi padre y
fui a ayudarle a preparar la barbacoa mientras mi madre preparaba otras cosas
en la cocina.
David: Dani me ha
dicho que fuiste a hablar con ellos ayer.
Jesús: Qué rápido
corren las noticias, espero que ella aún no lo sepa.
David: Solo me lo
contó a mí, creo que fue más por hacerme saber el hijo tan maduro y responsable
que tengo.
Jesús: Pelota.
David: Procura no
meterte demasiado con tu suegro.
Jesús: Me refería a
ti-me burlé-. Ahora tengo que hacerle la pelota a Dani.
David: Idiota-me
dio una colleja-. Has demostrado lo mucho que vales y lo que quieres a
Cristina, ninguno de nosotros habría aguantado tanto.
Jesús: Aún no me
explico como he podido esperar tanto, pero creo que lo que no me ha detenido ha
sido el querer ser un hombre para ella.
David: Enhorabuena,
hijo, lo has conseguido y estoy muy orgulloso de ti-me dio un apretón en el
hombro.
Jesús: Gracias
papá.
Mayte: ¡JESÚS!
David: Ve a ver qué
le pasa.
Reí y entré al salón
por la puerta de la terraza, encontrándome a Carlos con su familia y a mi
hermano y mi cuñada hablando con mi madre.
Jesús: Aquí estoy.
Todos vinieron a
felicitarme y a darme sus regalos, los abrí entre risas, por un momento volví a
ser un niño ilusionado abriendo paquetes bajo la atenta mirada de mi familia.
En media hora más,
ya todos se encontraban en el jardín de casa de mis padres, padres, hijos,
yernos y nueras, entre todos éramos veinticinco personas y formábamos bastante
alboroto sin siquiera proponérnoslo. Me giré un momento y vi a Cristina salir
de la casa, por lo que aproveché para acercarme a ella, estaba tan guapa con
aquel vestido blanco y su pelo recogido en una coleta…
Jesús: Hola-me
detuve frente a ella.
Cristina: Hola.
Jesús: Eres la única
que no me ha felicitado con un abrazo o un beso.
Cristina: Nunca nos
hemos dado un beso y no sé por qué deba empezar a hacerlo ahora-se cruzó de
brazos.
Jesús: Porque quizás
no quiera dejarte cerrar nuestra puerta.
Cristina: ¿Por qué?
Jesús: Porque eso
significaría tener que obligarme a dejar de sentir lo que siento por ti y me
niego a hacerlo.
Cristina: ¿Qué
sientes?
Mayte: ¡A la mesa!
Jesús: Esta noche
lo sabrás.
Tomé su mano y nos
guié hacia la gran mesa que habían fabricado nuestros padres para poder
sentarnos todos juntos. Me coloqué en una de las cabeceras de la mesa y
Cristina lo hizo a mi derecha, todos nos miraban entre curiosos y divertidos,
pero hasta más tarde nadie sabría nada.
Cerca de las once
decidieron ponerme la tarta y me cantaron el cumpleaños feliz, pedí un deseo
antes de soplar las velas y partí la tarta con ayuda de mi madre y Cristina.
En cuanto vi que
todo el mundo había acabado la tarta y que seguían hablando entre ellos, decidí
que la hora había llegado, apenas quedaban unos minutos para que acabara el día
y Cristina no había dejado de mirarme de reojo en toda la noche, mientras que
Marta había estado intentando mandarme señales con sus ojos y gestos con la
cabeza.
Jesús: Familia,
¿podéis escucharme?
Solo conseguí la
atención de los que más cerca de mí estaban, el resto seguía a lo suyo, respiré
hondo bajo la mirada divertida de mi hermano mientras me levantaba y grité:
Jesús: ¡POR FAVOR!
Conseguí que todos
se callaran y me miraron, extrañados por mis formas, pero me dio igual,
necesitaba que todos me escucharan.
Jesús: Gracias, me
gustaría decir algo.
Mayte: ¿Qué pasa,
cariño?
Me aclaré la
garganta y paseé mi mirada por todos y cada uno de los integrantes de mi
familia, iba a desnudarles mi alma y, lejos de sentirme nervioso, me sentía con
el coraje suficiente para hacerlo.
Jesús: Hace ocho
años me fijé en una chica por primera vez, algo así como mi primer flechazo,
algo a primera vista el primer día de instituto. Adorable ¿verdad?-pregunté
retóricamente-Pues cuando se supo quién era esa persona no se me dejó acercarme
a ella de forma emocional, ni hablarle sobre mis sentimientos, era algo así
como una chica prohibida para mí-reí sin ganas-. Pensaron que al tener trece
años me sería fácil olvidarme de ella y seguir con mi vida de adolescente-me
giré hacia Cristina y fijé mi mirada en la suya-. Si no he podido hablarte sin
tartamudear, de temblar si permanecía mucho rato a tu lado o he estado
mirándote a hurtadillas desde un rincón ha sido porque me gustas desde que nos
conocimos aquel primer día de instituto, cuando nos cruzamos en la puerta y me
sonreíste cuando te dejé pasar primero. No te dije nada porque con trece o
catorce años se es muy pequeño para pensar en novias, así que me callé-bajé un
momento la mirada-. Mi padre me aconsejó que esperara a cumplir dieciocho, que
entonces sería más maduro y nadie podría decirme nada si tú querías estar
conmigo también-volví a mirarla, ella no apartaba sus ojos de mí, retorciendo
sus manos de forma nerviosa-. El día antes de cumplir dieciocho decidí que no
tenía nada que ofrecerte y tomé la decisión de madurar y poner metas en mi vida
que cumplir para poder ser el hombre que tú necesitaras, ese del que tú te
sintieras orgullosa sin tener en cuenta que tú podrías no sentir lo mismo por
mí o no querer estar conmigo, al fin y al cabo nos hemos criado como primos.
Me di cuenta de
cómo apretaba los dientes y desvió la mirada hacia su regazo, me agaché a su
altura y busqué sus ojos, quería decirle aquello mirándola directamente y que
ella me mirara también para que viera que era verdad, que era mi corazón el que
hablaba por mí.
Jesús: A día de hoy
tengo una carrera, un trabajo y un apartamento que pago de mi propio bolsillo,
he conseguido una estabilidad que necesitaba para poder hablar contigo-sostuve
sus manos entre las mías-. Quería decirte todo esto delante de nuestra familia
y también que supieras que ya no queda nada de aquel niño de trece años al que
le gustabas, delante de ti, Cristina, tienes a un hombre de veintidós que te
ama-escuché los jadeos y exclamaciones alrededor de mí, pero solo pude ver las
dos lágrimas que bajaron por sus mejillas-. Durante ocho años no he querido
dejar de hacerlo y ahora ya no puedo porque te amo cada día más.
Permaneció, al
menos, durante un minuto mirándome a los ojos antes de sonreír aun entre
lágrimas e inclinarse para abrazarme.
Cristina: Yo
también te amo.
La rodeé con mis
brazos y sonreí emocionado, al fin me sentía completo. Me separé un poco de
ella y rocé mi nariz con la suya antes de dar el paso y besarla. Sabía que no
era su primer beso, ni ella el mío, pero estaba seguro de que seríamos el
último primer beso del otro.
Terminamos
separándonos entre risas por el escándalo que estaba formando nuestra familia.
Me levanté y le di mi mano para que se levantara ella también, nos despedimos
de todos y salimos de casa de mis padres, después de haberme declarado delante
de todos, me apetecía tener un poco de intimidad con mi chica. Qué bien sonaba,
mi pecho se inflaba ante esas dos palabras, mi
chica.
Llegamos a un
parque y paseamos de las manos.
Cristina: Parecías
muy seguro, como si supieras que iba a decirte que sí, ¿qué habría pasado si te
hubiese dicho que no?
Jesús: Una parte de
mí siempre ha sabido que estábamos destinados al mismo camino, la otra nunca lo
ha puesto en duda y ha planificado todo esto.
Cristina:
¿Destinados al mismo camino?
Jesús: Sí, yo
siempre he estado destinado a enamorarme de ti y tú a enamorarte de mí.
Cristina: ¿Cómo has
estado tan seguro tantos años?
Jesús: Creo en el
destino y en que nuestro amor sería lo suficientemente fuerte como para
aguantar.
Cristina: Siempre
has sido el chico que yo necesitaba, independientemente de tu carrera, tu
trabajo o tu apartamento, pero gracias por madurar y crecer por mí. Eres
increíble y te amo.
Jesús: Yo también
te amo, pequeña.
Cristina: Mi
pastelito-rió.
Sonreí y le
acaricié la mejilla antes de besarla, sintiéndome completo, ya nada nos
detendría de escribir nuestra propia historia porque nuestros caminos estaban
destinados a ser uno solo incluso desde que nuestros padres se conocieron
muchos años atrás.
FIN
-----
Y se acabó, quiero terminar con un epílogo que espero subir pronto, así que espero vuestros comentarios, si aún queda alguien por aquí.
Luego voy a cerrar el blog, google me da más problemas, podéis encontrarme en Wattpad bajo el user de Piitufina.
Muchísimas gracias por tantos años de apoyo y leídas, aunque realmente no sé si quede alguien. Besos.