Vistas de página en total

domingo, 27 de agosto de 2017

Destinados al Mismo Camino, Capítulo 30:

Años después…

----Narra Cristina----
Me encontraba en mi habitación, guardando algunas cosas cuando tocaron a la puerta abierta, me giré y le sonreí a mi madre.
María: No puedo creerme que mi pequeña ya se haya graduado.
Cristina: Tengo que crecer.
María: Aún siento como si fuera ayer cuando supe que estaba embarazada de ti y les di la alegría del siglo a tu padre y tu hermano.
Cristina: Y a final de este año cumpliré veintidós.
María: Pronto comenzarás a vivir independiente, nos presentarás a tu novio o a lo mejor Dani se presenta con la noticia de un nieto.
Cristina: Para tu nieto creo que aún falta bastante y lo de mi novio está aún muy verde, ni siquiera tengo.
María: ¿Qué ha pasado con aquel chico que te gustaba tanto?
Cristina: ¿A quién te refieres?
María: Ese por el que estabas loquita con tan solo trece años.
Cristina: ¿Es posible que alguien solo pueda enamorarse una vez en su vida?
María: Por supuesto, pero sólo si es de la persona correcta.
Cristina: Tengo mis dudas… Sin embargo, y para mi mala suerte, no he conseguido olvidarlo-suspiré dejándome caer sentada en mi cama-. Es como si tuviera dormidos mis sentidos  y no pudiera sentirme atraída por alguien más.
María: Conozco esa sensación, cariño, es como ir caminando por la vida con solo la mitad de tu ser.
Cristina: Me siento desorientada, he terminado una carrera, este verano he asistido a tres entrevistas de trabajo y hasta he hecho amistades nuevas, pero no me siento completa.
María: Porque es un ciclo de tu vida que no has logrado cerrar, es como si cargaras con algo muy pesado mientras intentas continuar caminando.
Cristina: Y solo hay una forma de cerrar ese ciclo de mi vida, ¿verdad?
María: Así es-me acarició el pelo-. Sé que serás capaz de hacerlo, eres una chica fuerte y decidida.
Cristina: No me siento así cuando pienso en él.
María: Porque estás enamorada y te da miedo lo que pueda ocurrir.
Cristina: Eres la mujer más sabia que conozco.
María: Soy tu madre y estoy programada para decir las cosas que te hagan sentir bien-me abrazó-. Te quiero mucho mi pequeña.
Cristina: Y yo a ti, mamá.
Dani: ¡¿Dónde está todo el mundo?!
Reí al escuchar el grito ofuscado de mi hermano.
Cristina: Ya llegó por quien suspirabas-me burlé.
Ella rió y bajó corriendo al encuentro de su pequeño. Inspiré hondo y tomé una decisión, era hora de empezar a cerrar puertas para poder seguir hacia delante.
Mi momento de relax me duró hasta que el huracán rubio que era mi hermano entró en mi habitación y me aplastó contra la cama.
Dani: No me ha gustado la bienvenida, enana.
Cristina: No te idolatro como tu novia o tu madre, así que olvídate de la idea de que salga corriendo a tu encuentro-murmuré lentamente-. Has engordado, pesas más que la última vez y me vas a aplastar.
Dani: La última vez que me viste fue ayer-me entrecerró los ojos mientras se levantaba.
Cristina: Pues eso-me encogí de hombros tomando una honda respiración, de forma exagerada por supuesto-. Anda, dame un abrazo, hermanito.
Alcé los brazos y él rió por lo bajo mientras me abrazaba y me levantaba del suelo.
Dani: ¿Qué tienes pensado hacer como recién graduada?
Cristina: Celebrarlo, por supuesto.
Dani: Con precaución.
Cristina: Puedes estar tranquilo, papá-rodé los ojos.
Dani P: ¡Dani, baja a verme!
Dani: Hablando de Roma…-se burló por lo bajo-. ¡Sube tú, viejo!
Dani P: ¡No te pases!
María: ¿Podéis dejar de gritar?
Cristina: Tú también estás gritando.
Al final decidimos bajar y pasamos un buen rato entre risas, adoraba a mi familia, era lo mejor de mi vida y estaba muy agradecida por ello.
Dani: ¿Ya te has quedado pensando en tu chico?-Me pichó mi hermano.
Cristina: Yo pienso en el amor de mi vida todos los días-me giré hacia mi padre-, te quiero mucho papá.
A mi padre le brillaron los ojos y me abrazó fuerte, permanecí acurrucada contra su pecho, porque no importaba que tuviera veintiún años, los abrazos de mi padre eran mis favoritos y nunca prescindiría de ellos.
María: Toma, Dani-le tendió un pañuelo.
Dani P: ¿Qué tengo?
Dani: Estás a punto de babear a Cristina-se burló y nuestra madre rió-. Qué tierna escena.
Cristina: ¿Dónde está tu princesita hoy?
Dani: Trabajando, estoy haciendo tiempo antes de ir a recogerla.
María: Espero que no os olvidéis de que hay quedada el sábado.
Dani: ¿Qué se celebra esta vez?
Cristina: Es el cumpleaños de Jesús.
Dani P: Ni siquiera lo  has dudado-rió.
Cristina: No puedo evitarlo-me encogí de hombros-. En fin, he quedado con las chicas y me estarán esperando ya.
María: Dale recuerdos a todas.
Cristina: Lo haré.
Les di besos en las mejillas a los tres y salí a la calle tras colgarme el bolso en el hombro. Realmente no había quedado con nadie, pero mi madre me había dado una idea y necesitaba llevarla a cabo antes de acobardarme lo suficiente como para dar marcha atrás.
Era la primera vez que estaba allí, pero me sabía la dirección como si fuera la mía. Toqué en el telefonillo y esperé a que me respondiera.
Jesús: ¿Sí?
Cristina: Hola…
Jesús: Em… Sube.
Parecía un tanto asombrado y no era para menos, ni yo misma sabía exactamente qué era lo que estaba haciendo allí, pero ya no había marcha atrás. El ascensor fue bastante rápido y él me esperaba en su puerta abierta.
Llevaba unos pantalones de baloncesto y una camiseta sin mangas dos tallas más grandes, con el pelo despeinado y descalzo.
Cristina: Hola.
Jesús: Hola… Am… Pasa.
Se hizo a un lado y entré, observando todo a mí alrededor. Era un apartamento bastante espacioso e iluminado, con un gran ventanal, un sofá, un par de sillones de una sola plaza y una pantalla de plasma con un partido de baloncesto a la mitad del juego. No había nada por medio y el salón estaba bastante limpio.
Cristina: Siento si te molesto…
Jesús: Es solo que me has pillado un poco por sorpresa, mi madre se fue hace un rato y no esperaba a nadie.
Cristina: Y mucho menos a mí.
Jesús: ¿Por qué no debería esperarte a ti?
Cristina: Después de tantos años ignorándome yo también me habría extrañado si te hubiese visto en mi puerta.
Jesús: Primero, no estoy extrañado, sino sorprendido; y segundo, no he estado ignorándote, simplemente he permanecido a un lado.
Cristina: ¿Por qué?
Jesús: Esperando y preparándome.
Cristina: Odio ser repetitiva, pero ¿para qué?
Jesús: Pronto lo sabrás.
Bufé y negué con la cabeza, pasándome una mano por el pelo, aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba…
Jesús: Siéntate, ¿quieres tomar algo?
Cristina: No, gracias, voy a tardar muy poco-suspiré-. Acabo de graduarme, he tenido varias entrevistas de trabajo y necesito encaminar mi vida hacia delante pero no puedo porque hay algo que me retiene hacia atrás.
Jesús: ¿Y has venido a hablar conmigo porque tengo que ver yo con eso que te retiene?-se apoyó en el respaldo del sofá.
Cristina: He venido a hablar contigo porque eres tú quien me retiene de seguir adelante-él me miró atónito-. Me resulta chocante que te sorprendas, como si no supieras lo que siento por ti desde que teníamos trece años, por favor, si hasta nuestros padres se dieron cuenta.
Jesús: Yo…
Cristina: Solo vengo a decirte que, a pesar de haberte estado esperando todos estos años, ya no puedo hacerlo más. No porque hayas dejado de gustarme, es obvio que aún siento algo por ti, de otro modo no estaría aquí, pero… Necesito cerrar esta etapa y seguir adelante, conocer a alguien y quizás volverme a enamorar-me encogí de hombros-. Siempre serás mi primer amor, pero necesito algo más que miradas a hurtadillas desde un rincón.
Y salí del apartamento con una sensación extraña apoderándose de mi corazón.

----Narra Jesús----
Y tú siempre vas a ser el mío… El único.
Quizás ella sintiera que, al cerrar la puerta de mi apartamento, había cerrado esa puerta metafórica de su pasado, pero no se había dado cuenta de que yo había puesto el pie para dejarla abierta. Miré mi teléfono y sonreí al ver un mensaje.
Marta: Va a matarme como se entere, así que trata de ser discreto, por favor…
Jesús: No te preocupes, cuñadita, no le diré quién ha sido mi fuente, ahora cuéntame
Marta: Acaba de decir por el grupo que va a ir a tu cumpleaños, así que hemos quedado para ir a comprar qué ponernos todas juntas mañana por la tarde, después de que Lucía salga de trabajar
Jesús: Gracias cuñada, te debo una
Marta: No lo olvidaré
Me tiré en el sofá y le escribí a Dani un rápido mensaje para quedar al otro día por la tarde en casa de sus padres, necesitaba hablar con ellos de algo importante y esperaba que no le comentaran nada a Cristina.
Al otro día, en cuanto Marta me envió un mensaje avisándome de que ya estaban todas las chicas en el centro comercial, me puse camino de casa de Dani y María, tardé una media hora en la que medité lo que iba a decirles.
Me abrió María con una sonrisa, un poco asombrada, pero me dejó pasar con su amabilidad de siempre.
Dani P: Hola.
Jesús: Hola-le estreché la mano-. Debo deducir que Dani no os ha dicho nada.
María: Debería haber llegado y comentado qué es lo que ocurre, pero, como siempre, se retrasa.
Dani: Ya estoy aquí.
María: ¿Qué vais a querer beber, café o refresco?
Los tres pedimos refrescos y ella fue hacia la cocina para traer vasos y algunos refrescos y zumos en una bandeja que dejó sobre la mesita pequeña delante de nosotros. El matrimonio estaba sentado frente a mí, Dani se sentó a mi lado y todos esperaron pacientes a que me decidiera a hablar.
Jesús: Doy por hecho que sabéis que me gusta vuestra hija desde que teníamos trece.
Dani P: Eso es cierto-sonrió-. Y que ese sentimiento aún sigue vivo también lo sabemos.
Jesús: Mi padre me dijo que era preferible que esperara a que cumpliera dieciocho para hablar con ella en vez de insistir y acepté marcando cada día en el calendario, contando uno a uno los días que me quedaban para cumplirlos y poder declararme.
Dani: ¿Por qué no lo hiciste?-Preguntó curioso-Esperaba que hablarais en cuanto yo me disculpé por la idiotez que había cometido.
Jesús: Porque maduré de golpe, el día anterior a mi cumpleaños estuve pensando en lo mucho que quería estar con ella y me di cuenta de que no tenía nada que ofrecerle.
Dani P: Nunca se tiene suficiente que ofrecer, Jesús.
Jesús: Lo sé, pero yo quiero tener con ella lo que tienen mis padres, o lo que tenéis vosotros, Mireya y Blas, Judith y Álvaro o Ana y Carlos-me froté las manos, nervioso-. Quiero tener una base donde ella pueda establecerse y, a partir de ahí, construir nuestro futuro, ya tengo todo eso, el sábado cumplo veintidós, me han contratado en un estudio de arquitectura y pago un apartamento con mi propio dinero, ahora estoy listo para ser el hombre que ella necesita y me gustaría saber que cuento con vuestro apoyo.
María: Es muy dulce por tu parte querer nuestro visto bueno, cariño, pero solo Cristina es quien puede dártelo, es su vida y su futuro y ella será quien decida. Nosotros estaremos de acuerdo con lo que ella escoja-me sonrió-. Aunque no te voy a negar que me encantaría que tú fueras nuestro yerno.
Dani: Yo prometo no meterme en vuestras decisiones de nuevo.
Jesús: Gracias.
María: Dame un abrazo, anda.
Reí mientras me levantaba y me dejaba abrazar por quien, esperaba, sería mi suegra.
El sábado por la mañana pasó más rápido de lo que esperaba, me sentía nervioso, pero estaba muy seguro de lo que iba a hacer, aunque no hubiese pensado demasiado lo que iba a decir, me bastaba con saber qué era lo que quería decir.
Llegué el primero a casa de mi madre, me iban a celebrar el día con una barbacoa para la cena.
Mayte: Mi pastelito-me abrazó y me llenó de besos las mejillas-. Felicidades, cariño.
Jesús: Gracias mamá.
Abracé a mi padre y fui a ayudarle a preparar la barbacoa mientras mi madre preparaba otras cosas en la cocina.
David: Dani me ha dicho que fuiste a hablar con ellos ayer.
Jesús: Qué rápido corren las noticias, espero que ella aún no lo sepa.
David: Solo me lo contó a mí, creo que fue más por hacerme saber el hijo tan maduro y responsable que tengo.
Jesús: Pelota.
David: Procura no meterte demasiado con tu suegro.
Jesús: Me refería a ti-me burlé-. Ahora tengo que hacerle la pelota a Dani.
David: Idiota-me dio una colleja-. Has demostrado lo mucho que vales y lo que quieres a Cristina, ninguno de nosotros habría aguantado tanto.
Jesús: Aún no me explico como he podido esperar tanto, pero creo que lo que no me ha detenido ha sido el querer ser un hombre para ella.
David: Enhorabuena, hijo, lo has conseguido y estoy muy orgulloso de ti-me dio un apretón en el hombro.
Jesús: Gracias papá.
Mayte: ¡JESÚS!
David: Ve a ver qué le pasa.
Reí y entré al salón por la puerta de la terraza, encontrándome a Carlos con su familia y a mi hermano y mi cuñada hablando con mi madre.
Jesús: Aquí estoy.
Todos vinieron a felicitarme y a darme sus regalos, los abrí entre risas, por un momento volví a ser un niño ilusionado abriendo paquetes bajo la atenta mirada de mi familia.
En media hora más, ya todos se encontraban en el jardín de casa de mis padres, padres, hijos, yernos y nueras, entre todos éramos veinticinco personas y formábamos bastante alboroto sin siquiera proponérnoslo. Me giré un momento y vi a Cristina salir de la casa, por lo que aproveché para acercarme a ella, estaba tan guapa con aquel vestido blanco y su pelo recogido en una coleta…
Jesús: Hola-me detuve frente a ella.
Cristina: Hola.
Jesús: Eres la única que no me ha felicitado con un abrazo o un beso.
Cristina: Nunca nos hemos dado un beso y no sé por qué deba empezar a hacerlo ahora-se cruzó de brazos.
Jesús: Porque quizás no quiera dejarte cerrar nuestra puerta.
Cristina: ¿Por qué?
Jesús: Porque eso significaría tener que obligarme a dejar de sentir lo que siento por ti y me niego a hacerlo.
Cristina: ¿Qué sientes?
Mayte: ¡A la mesa!
Jesús: Esta noche lo sabrás.
Tomé su mano y nos guié hacia la gran mesa que habían fabricado nuestros padres para poder sentarnos todos juntos. Me coloqué en una de las cabeceras de la mesa y Cristina lo hizo a mi derecha, todos nos miraban entre curiosos y divertidos, pero hasta más tarde nadie sabría nada.
Cerca de las once decidieron ponerme la tarta y me cantaron el cumpleaños feliz, pedí un deseo antes de soplar las velas y partí la tarta con ayuda de mi madre y Cristina.
En cuanto vi que todo el mundo había acabado la tarta y que seguían hablando entre ellos, decidí que la hora había llegado, apenas quedaban unos minutos para que acabara el día y Cristina no había dejado de mirarme de reojo en toda la noche, mientras que Marta había estado intentando mandarme señales con sus ojos y gestos con la cabeza.
Jesús: Familia, ¿podéis escucharme?
Solo conseguí la atención de los que más cerca de mí estaban, el resto seguía a lo suyo, respiré hondo bajo la mirada divertida de mi hermano mientras me levantaba y grité:
Jesús: ¡POR FAVOR!
Conseguí que todos se callaran y me miraron, extrañados por mis formas, pero me dio igual, necesitaba que todos me escucharan.
Jesús: Gracias, me gustaría decir algo.
Mayte: ¿Qué pasa, cariño?
Me aclaré la garganta y paseé mi mirada por todos y cada uno de los integrantes de mi familia, iba a desnudarles mi alma y, lejos de sentirme nervioso, me sentía con el coraje suficiente para hacerlo.
Jesús: Hace ocho años me fijé en una chica por primera vez, algo así como mi primer flechazo, algo a primera vista el primer día de instituto. Adorable ¿verdad?-pregunté retóricamente-Pues cuando se supo quién era esa persona no se me dejó acercarme a ella de forma emocional, ni hablarle sobre mis sentimientos, era algo así como una chica prohibida para mí-reí sin ganas-. Pensaron que al tener trece años me sería fácil olvidarme de ella y seguir con mi vida de adolescente-me giré hacia Cristina y fijé mi mirada en la suya-. Si no he podido hablarte sin tartamudear, de temblar si permanecía mucho rato a tu lado o he estado mirándote a hurtadillas desde un rincón ha sido porque me gustas desde que nos conocimos aquel primer día de instituto, cuando nos cruzamos en la puerta y me sonreíste cuando te dejé pasar primero. No te dije nada porque con trece o catorce años se es muy pequeño para pensar en novias, así que me callé-bajé un momento la mirada-. Mi padre me aconsejó que esperara a cumplir dieciocho, que entonces sería más maduro y nadie podría decirme nada si tú querías estar conmigo también-volví a mirarla, ella no apartaba sus ojos de mí, retorciendo sus manos de forma nerviosa-. El día antes de cumplir dieciocho decidí que no tenía nada que ofrecerte y tomé la decisión de madurar y poner metas en mi vida que cumplir para poder ser el hombre que tú necesitaras, ese del que tú te sintieras orgullosa sin tener en cuenta que tú podrías no sentir lo mismo por mí o no querer estar conmigo, al fin y al cabo nos hemos criado como primos.
Me di cuenta de cómo apretaba los dientes y desvió la mirada hacia su regazo, me agaché a su altura y busqué sus ojos, quería decirle aquello mirándola directamente y que ella me mirara también para que viera que era verdad, que era mi corazón el que hablaba por mí.
Jesús: A día de hoy tengo una carrera, un trabajo y un apartamento que pago de mi propio bolsillo, he conseguido una estabilidad que necesitaba para poder hablar contigo-sostuve sus manos entre las mías-. Quería decirte todo esto delante de nuestra familia y también que supieras que ya no queda nada de aquel niño de trece años al que le gustabas, delante de ti, Cristina, tienes a un hombre de veintidós que te ama-escuché los jadeos y exclamaciones alrededor de mí, pero solo pude ver las dos lágrimas que bajaron por sus mejillas-. Durante ocho años no he querido dejar de hacerlo y ahora ya no puedo porque te amo cada día más.
Permaneció, al menos, durante un minuto mirándome a los ojos antes de sonreír aun entre lágrimas e inclinarse para abrazarme.
Cristina: Yo también te amo.
La rodeé con mis brazos y sonreí emocionado, al fin me sentía completo. Me separé un poco de ella y rocé mi nariz con la suya antes de dar el paso y besarla. Sabía que no era su primer beso, ni ella el mío, pero estaba seguro de que seríamos el último primer beso del otro.
Terminamos separándonos entre risas por el escándalo que estaba formando nuestra familia. Me levanté y le di mi mano para que se levantara ella también, nos despedimos de todos y salimos de casa de mis padres, después de haberme declarado delante de todos, me apetecía tener un poco de intimidad con mi chica. Qué bien sonaba, mi pecho se inflaba ante esas dos palabras, mi chica.
Llegamos a un parque y paseamos de las manos.
Cristina: Parecías muy seguro, como si supieras que iba a decirte que sí, ¿qué habría pasado si te hubiese dicho que no?
Jesús: Una parte de mí siempre ha sabido que estábamos destinados al mismo camino, la otra nunca lo ha puesto en duda y ha planificado todo esto.
Cristina: ¿Destinados al mismo camino?
Jesús: Sí, yo siempre he estado destinado a enamorarme de ti y tú a enamorarte de mí.
Cristina: ¿Cómo has estado tan seguro tantos años?
Jesús: Creo en el destino y en que nuestro amor sería lo suficientemente fuerte como para aguantar.
Cristina: Siempre has sido el chico que yo necesitaba, independientemente de tu carrera, tu trabajo o tu apartamento, pero gracias por madurar y crecer por mí. Eres increíble y te amo.
Jesús: Yo también te amo, pequeña.
Cristina: Mi pastelito-rió.
Sonreí y le acaricié la mejilla antes de besarla, sintiéndome completo, ya nada nos detendría de escribir nuestra propia historia porque nuestros caminos estaban destinados a ser uno solo incluso desde que nuestros padres se conocieron muchos años atrás.

FIN



 -----

Y se acabó, quiero terminar con un epílogo que espero subir pronto, así que espero vuestros comentarios, si aún queda alguien por aquí.

Luego voy a cerrar el blog, google me da más problemas, podéis encontrarme en Wattpad bajo el user de Piitufina.

Muchísimas gracias por tantos años de apoyo y leídas, aunque realmente no sé si quede alguien. Besos.