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domingo, 22 de octubre de 2017

Extra 1: De mudanza con la nena

Nuria: Papá, ¿puedes ayudarme con…?
Me quedé parada en el quicio de la puerta al ver a mi padre sentado en el sofá con un álbum de fotos abierto en el regazo.
Nuria: ¿Recordando viejos tiempos?
Blas: Más bien reviviendo recuerdos.
Nuria: Te noto muy nostálgico.
Blas: Y no es para menos, mi niña se va de casa con su novio.
Nuria: Papá, ya hemos tenido esta conversación…
Blas: Lo sé y estoy de acuerdo con que vueles del nido y empieces a vivir tu vida por tu cuenta y con tu pareja, pero siempre vas a ser mi nenita.
Nuria: Y no voy a dejar de serlo, además, me mudo a veinte minutos y podrás ir a visitarme cuando quieras.
Mireya: No le digas eso o Lucas va a tener que poner una habitación para él en el apartamento-se rió-. Ya hemos terminado de meter las cajas al coche.
Nuria: Gracias, mamá-le sonreí y me volví hacia mi padre-. ¿Me acompañas al apartamento?
Blas: Claro que sí-me sonrió.
Al final fuimos los cuatro en el coche de mi padre hasta mi nuevo hogar. Lucas se quedó bastante sorprendido y no fue para menos, mi padre comprobó hasta el último detalle, insistiendo en que la seguridad era muy importante.
Alejandra: ¿Yo puedo quedarme aquí también?-Frunció el ceño.
Mireya: Alejandra, cariño, esta es la casa de Lucas y Nuria, no puedes quedarte con ellos.
Lucas: Alguna que otra vez podrás dormir con tu hermana-le sonrió.
Alejandra: ¿Hoy?-Abrió los ojos muchísimo.
Nuria: Hoy no puede ser, enana, tenemos que guardar mis cosas.
Alejandra: Yo puedo ayudar.
Nuria: Otro día-le revolví el pelo.
Ella se enfurruñó y se cruzó de brazos, claramente disgustada con la idea de no quedarse con nosotros.
Mis padres nos ayudaron a meter todas las cajas y las maletas en el apartamento antes de decidir despedirse para volver a casa.
Mireya: La convivencia, en ciertos momentos, puede llegar a ser complicada, pero con amor y un poco de paciencia y comprensión se puede sobrellevar. Trataros con respeto y quereros mucho.
Nuria: Gracias, mamá-la abracé-. Os quiero mucho y prometo ir a visitaros mucho.
Mireya: No te preocupes por nosotros, si no puedes, avisaremos antes de pasar por aquí-me acarició la mejilla.
Le di un beso en la mejilla, abracé a mi hermanita mosqueada de diez años y por último a mi padre.
Blas: Si ocurre cualquier cosa o necesitas lo que sea, no dudes en llamarme.
Nuria: No te preocupes, papá, estaremos bien.
Blas: Lo sé, Lucas va a cuidarte como mereces, pero me entristece perder a mi nenita.
Nuria: No vas a perderme, siempre serás el hombre de mi vida, el primero.
Blas: Te quiero cielo.
Nuria: Y yo a ti, papá.
Sonreí emocionada y le abracé. Los despedimos en la puerta y cerramos cuando se encerraron en el ascensor.
Lucas: Bienvenida a su castillo, princesa-hizo una ridícula reverencia que me hizo reír.
Nuria: La princesa es tu hermana, recuérdalo si no quieres que te vuelva a reñir y darte una clase sobre los motes de cada uno.
Lucas: Tienes razón-me dio un beso-. Ven, vamos a organizar tus cosas, ya te he hecho sitio en el armario y en el baño.
Nuria: Estás hecho todo un caballero.
Lucas: Lo mejor para mi chica-me guiñó-. Bienvenida a nuestro hogar.

Sonreí y le abracé antes de besarle. Nuestro hogar, me daba muchísimo vértigo el cambio tan grande que suponía compartir cada hora con Lucas en un nuevo lugar solo para nosotros, pero era un ansia bueno, sabía que nos queríamos y que nos respetábamos, la convivencia sería sencilla y los problemas que pudieran surgir se arreglarían solos.

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Y aquí está el primero, espero que os haya gustado y queráis el próximo. Besos.

Epílogo


Aquella tarde de domingo nos encontrábamos todos reunidos en casa de Lucía y Dani, qué raro, otra reunión familiar, pues esta era diferente tan solo por el hecho de que nuestros padres no se encontraban en la reunión. ¿La razón? Un crucero por el mediterráneo les llamó la atención a los diez a la vez y se lanzaron en un viaje en conjunto.
Pobre tripulación y pobres pasajeros, no sabían lo que les iba a tocar vivir con aquellos cafres encerrados durante siete días y seis noches en un barco en alta mar.
No es que piense que estaban locos, pero entre todos estábamos haciendo apuestas a ver quién era el primero en caer al Mediterráneo y tuviera que volver a nado.
Lucas: Está esto más silencioso sin los viejos...
Lucía: Qué malo eres.
Javier: Lucas tiene razón, hemos estado en silencio más de un minuto, ¿desde cuando no pasa algo similar?
Rubén: Jamás hemos estado en silencio tanto tiempo con ellos-se burló.
Julia: Pero se les echa de menos.
Cristina: Al fin y al cabo son ellos los que nos inculcaron estas larguísimas reuniones familiares-se sentó en el regazo de su pareja.
Noa: Y esa locura que nos conquistó-rió.
Diego: Y no es por aguaros la fiesta, pero vuelven mañana.
Lucas: Aguafiestas-le tiró la servilleta.
Clara: No os paséis.
Guille: Ser la nuera está genial, lo difícil es ser yerno, cariño.
Jesús: Y cuando hay cuñados....
Dani: Oye, Cristina, ¿sabías que hay sillas para sentarse?
Cristina: Te he visto magrear a tu novia en la cocina hace un rato, así que calladito.
Lucas: Podrías esperar a que estuvierais solos por lo menos ¿no?
Noa: Las cuñadas son más dulces-abrazó a Clara.
Marta: Tener un cuñado si eres chica tiene sus ventajas, aunque él se aproveche de ti de vez en cuando-rió.
Rubén: ¿Qué es lo que no sé pero debería saber?
Jesús: Nada, hermanito.
Cristina: ¿Y yo?
Jesús: Tú tampoco, pequeña-sonrió inocentemente.
Marta: Os lo contaré en la próxima quedada de chicas.
Jesús: No puedes, es confidencial y lo prometiste.
Rubén: Y yo no estaré en la próxima quedada de chicas.
Nuria: Si quieres puedes venir, nosotras no te lo vamos a impedir.
Lucía: Podemos hacerte la manicura y darte algunos consejos de tonificación-se burló.
No pude evitarlo, por lo que solté una carcajada haciendo que todos dirigieran su atención hacia mí.
Lucas: ¿De qué te ríes, enana?
Alejandra: Mucho hablar de nuestros padres, pero... Estáis todos locos-volví a reír.
Julia: Creo que va en la genética, así que añádete en la cesta, guapa.
Alejandra: De eso ni hablar, en cuanto me eche novio no os lo voy a presentar siquiera, para que salga huyendo a la primera de cambio.
Guille: Yo no salí huyendo...
Alejandra: Tú sabías en lo que te estabas metiendo
Diego: Yo no lo sabía y aquí estoy-señaló.
Alejandra: Bueno...
Ahí tenía razón el chico, realmente Noa y Marta tampoco sabían en lo que estaban metiéndose al aceptar a los chicos...
Nuria: Si te quiere no va a salir huyendo, míranos a todos, aquí estamos después de tantos años.
Dani: Juntos incluso después de las duras pruebas de nuestros suegros.
Jesús: Quizás tu prueba sea más dura, como les pasó a Dani y Diego, pero tu padre solo os tiene a vosotras y siempre vais a ser sus niñas.
Marta: No te creas que Cristina y yo no tuvimos que pasar pruebas con Mayte, son sus niños.
Sonreí agradecida, me cuidaban mucho y me acogían siempre a pesar de ser la más pequeña, la última en llegar.
Alejandra: Gracias, supongo que aún tengo tiempo antes de que aparezca mi príncipe azul a rescatarme y la verdad es que me encanta ser la nena de papá y quiero seguir siendo mimada por él un tiempo más.
Nuria: Eso está genial-me abrazó y me dio un beso en la cabeza-. Cuando tu tiempo llegue te darás cuenta.
Alejandra: Porque yo también tengo que escribir mi propia historia.
Javier: Todos estamos destinados a vivir una historia más o menos difícil, con obstáculos y conociendo a personas que de una forma u otra dejará una marca en nuestro camino, pero es una historia de la que solo nosotros somos dueños-rodeó a Noa con el brazo.
Clara: Nuestros padres escribieron sus historias, nosotros estamos escribiendo la nuestra y ahora te toca a ti comenzar la tuya propia.
Cristina: No te preocupes si no empiezas mañana mismo, quizás aún no te hayas cruzado con el chico indicado-abrazó a Jesús.
Sonreí viendo cómo cada pareja se abrazaba y se besaba, tenían razón, mi historia comenzaría a escribirla cuando me sintiera preparada, cuando encontrara a esa persona especial que caminara junto a mí, como les pasó a mis padres primero y luego a mi hermana y el resto de los chicos.
También tenían razón en que era la quedada más tranquila de la historia, se notó demasiado la falta de nuestros padres.
FIN.
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¡Sorpresa, sorpresa!
¿Os esperabais que fuera Alejandra quien narrara el epílogo? He querido darle un poco de protagonismo ya que... ¡ella también tendrá su propio extra! ¿Sobre qué puede ser? Os dejaré con la duda.
Tengo tanto que agradecer y a quienes agradecer que no sabría por dónde empezar. Espero que todas os deis por aludidas, no importa si habéis empezado conmigo desde el principio de esta locura allá por el 2011 con Cuando Menos Piensas Sale el Sol o eres una máquina leyendo y has llegado hasta aquí súper rápido. Gracias darme la oportunidad.
A mi blueheart (porque sí, ya eres mi blueheart, a mi Marta, gracias por ser una de mis pequeñas añadidas, eres lo más, a Cristina, Helena, María, Miryam, Sara, Mónica, Lorena, Mayte, Mireya, Judith y un largo etcétera de nombres que aunque no ponga siempre estarán en mi corazón.
Gracias por apoyar este proyecto de locura y mi gran pasión por escribir. Muchos besos y... ¡Nos seguimos leyendo!
Seguimos paseando por aquí con los extras que nos dejarán nuestros pequeños con retazos de su vida después del final y antes del epílogo. ¿Os apetece?
Muchos, mucho, muchos, muchísimos besos por todo. Os súper adoro.
María.

domingo, 27 de agosto de 2017

Destinados al Mismo Camino, Capítulo 30:

Años después…

----Narra Cristina----
Me encontraba en mi habitación, guardando algunas cosas cuando tocaron a la puerta abierta, me giré y le sonreí a mi madre.
María: No puedo creerme que mi pequeña ya se haya graduado.
Cristina: Tengo que crecer.
María: Aún siento como si fuera ayer cuando supe que estaba embarazada de ti y les di la alegría del siglo a tu padre y tu hermano.
Cristina: Y a final de este año cumpliré veintidós.
María: Pronto comenzarás a vivir independiente, nos presentarás a tu novio o a lo mejor Dani se presenta con la noticia de un nieto.
Cristina: Para tu nieto creo que aún falta bastante y lo de mi novio está aún muy verde, ni siquiera tengo.
María: ¿Qué ha pasado con aquel chico que te gustaba tanto?
Cristina: ¿A quién te refieres?
María: Ese por el que estabas loquita con tan solo trece años.
Cristina: ¿Es posible que alguien solo pueda enamorarse una vez en su vida?
María: Por supuesto, pero sólo si es de la persona correcta.
Cristina: Tengo mis dudas… Sin embargo, y para mi mala suerte, no he conseguido olvidarlo-suspiré dejándome caer sentada en mi cama-. Es como si tuviera dormidos mis sentidos  y no pudiera sentirme atraída por alguien más.
María: Conozco esa sensación, cariño, es como ir caminando por la vida con solo la mitad de tu ser.
Cristina: Me siento desorientada, he terminado una carrera, este verano he asistido a tres entrevistas de trabajo y hasta he hecho amistades nuevas, pero no me siento completa.
María: Porque es un ciclo de tu vida que no has logrado cerrar, es como si cargaras con algo muy pesado mientras intentas continuar caminando.
Cristina: Y solo hay una forma de cerrar ese ciclo de mi vida, ¿verdad?
María: Así es-me acarició el pelo-. Sé que serás capaz de hacerlo, eres una chica fuerte y decidida.
Cristina: No me siento así cuando pienso en él.
María: Porque estás enamorada y te da miedo lo que pueda ocurrir.
Cristina: Eres la mujer más sabia que conozco.
María: Soy tu madre y estoy programada para decir las cosas que te hagan sentir bien-me abrazó-. Te quiero mucho mi pequeña.
Cristina: Y yo a ti, mamá.
Dani: ¡¿Dónde está todo el mundo?!
Reí al escuchar el grito ofuscado de mi hermano.
Cristina: Ya llegó por quien suspirabas-me burlé.
Ella rió y bajó corriendo al encuentro de su pequeño. Inspiré hondo y tomé una decisión, era hora de empezar a cerrar puertas para poder seguir hacia delante.
Mi momento de relax me duró hasta que el huracán rubio que era mi hermano entró en mi habitación y me aplastó contra la cama.
Dani: No me ha gustado la bienvenida, enana.
Cristina: No te idolatro como tu novia o tu madre, así que olvídate de la idea de que salga corriendo a tu encuentro-murmuré lentamente-. Has engordado, pesas más que la última vez y me vas a aplastar.
Dani: La última vez que me viste fue ayer-me entrecerró los ojos mientras se levantaba.
Cristina: Pues eso-me encogí de hombros tomando una honda respiración, de forma exagerada por supuesto-. Anda, dame un abrazo, hermanito.
Alcé los brazos y él rió por lo bajo mientras me abrazaba y me levantaba del suelo.
Dani: ¿Qué tienes pensado hacer como recién graduada?
Cristina: Celebrarlo, por supuesto.
Dani: Con precaución.
Cristina: Puedes estar tranquilo, papá-rodé los ojos.
Dani P: ¡Dani, baja a verme!
Dani: Hablando de Roma…-se burló por lo bajo-. ¡Sube tú, viejo!
Dani P: ¡No te pases!
María: ¿Podéis dejar de gritar?
Cristina: Tú también estás gritando.
Al final decidimos bajar y pasamos un buen rato entre risas, adoraba a mi familia, era lo mejor de mi vida y estaba muy agradecida por ello.
Dani: ¿Ya te has quedado pensando en tu chico?-Me pichó mi hermano.
Cristina: Yo pienso en el amor de mi vida todos los días-me giré hacia mi padre-, te quiero mucho papá.
A mi padre le brillaron los ojos y me abrazó fuerte, permanecí acurrucada contra su pecho, porque no importaba que tuviera veintiún años, los abrazos de mi padre eran mis favoritos y nunca prescindiría de ellos.
María: Toma, Dani-le tendió un pañuelo.
Dani P: ¿Qué tengo?
Dani: Estás a punto de babear a Cristina-se burló y nuestra madre rió-. Qué tierna escena.
Cristina: ¿Dónde está tu princesita hoy?
Dani: Trabajando, estoy haciendo tiempo antes de ir a recogerla.
María: Espero que no os olvidéis de que hay quedada el sábado.
Dani: ¿Qué se celebra esta vez?
Cristina: Es el cumpleaños de Jesús.
Dani P: Ni siquiera lo  has dudado-rió.
Cristina: No puedo evitarlo-me encogí de hombros-. En fin, he quedado con las chicas y me estarán esperando ya.
María: Dale recuerdos a todas.
Cristina: Lo haré.
Les di besos en las mejillas a los tres y salí a la calle tras colgarme el bolso en el hombro. Realmente no había quedado con nadie, pero mi madre me había dado una idea y necesitaba llevarla a cabo antes de acobardarme lo suficiente como para dar marcha atrás.
Era la primera vez que estaba allí, pero me sabía la dirección como si fuera la mía. Toqué en el telefonillo y esperé a que me respondiera.
Jesús: ¿Sí?
Cristina: Hola…
Jesús: Em… Sube.
Parecía un tanto asombrado y no era para menos, ni yo misma sabía exactamente qué era lo que estaba haciendo allí, pero ya no había marcha atrás. El ascensor fue bastante rápido y él me esperaba en su puerta abierta.
Llevaba unos pantalones de baloncesto y una camiseta sin mangas dos tallas más grandes, con el pelo despeinado y descalzo.
Cristina: Hola.
Jesús: Hola… Am… Pasa.
Se hizo a un lado y entré, observando todo a mí alrededor. Era un apartamento bastante espacioso e iluminado, con un gran ventanal, un sofá, un par de sillones de una sola plaza y una pantalla de plasma con un partido de baloncesto a la mitad del juego. No había nada por medio y el salón estaba bastante limpio.
Cristina: Siento si te molesto…
Jesús: Es solo que me has pillado un poco por sorpresa, mi madre se fue hace un rato y no esperaba a nadie.
Cristina: Y mucho menos a mí.
Jesús: ¿Por qué no debería esperarte a ti?
Cristina: Después de tantos años ignorándome yo también me habría extrañado si te hubiese visto en mi puerta.
Jesús: Primero, no estoy extrañado, sino sorprendido; y segundo, no he estado ignorándote, simplemente he permanecido a un lado.
Cristina: ¿Por qué?
Jesús: Esperando y preparándome.
Cristina: Odio ser repetitiva, pero ¿para qué?
Jesús: Pronto lo sabrás.
Bufé y negué con la cabeza, pasándome una mano por el pelo, aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba…
Jesús: Siéntate, ¿quieres tomar algo?
Cristina: No, gracias, voy a tardar muy poco-suspiré-. Acabo de graduarme, he tenido varias entrevistas de trabajo y necesito encaminar mi vida hacia delante pero no puedo porque hay algo que me retiene hacia atrás.
Jesús: ¿Y has venido a hablar conmigo porque tengo que ver yo con eso que te retiene?-se apoyó en el respaldo del sofá.
Cristina: He venido a hablar contigo porque eres tú quien me retiene de seguir adelante-él me miró atónito-. Me resulta chocante que te sorprendas, como si no supieras lo que siento por ti desde que teníamos trece años, por favor, si hasta nuestros padres se dieron cuenta.
Jesús: Yo…
Cristina: Solo vengo a decirte que, a pesar de haberte estado esperando todos estos años, ya no puedo hacerlo más. No porque hayas dejado de gustarme, es obvio que aún siento algo por ti, de otro modo no estaría aquí, pero… Necesito cerrar esta etapa y seguir adelante, conocer a alguien y quizás volverme a enamorar-me encogí de hombros-. Siempre serás mi primer amor, pero necesito algo más que miradas a hurtadillas desde un rincón.
Y salí del apartamento con una sensación extraña apoderándose de mi corazón.

----Narra Jesús----
Y tú siempre vas a ser el mío… El único.
Quizás ella sintiera que, al cerrar la puerta de mi apartamento, había cerrado esa puerta metafórica de su pasado, pero no se había dado cuenta de que yo había puesto el pie para dejarla abierta. Miré mi teléfono y sonreí al ver un mensaje.
Marta: Va a matarme como se entere, así que trata de ser discreto, por favor…
Jesús: No te preocupes, cuñadita, no le diré quién ha sido mi fuente, ahora cuéntame
Marta: Acaba de decir por el grupo que va a ir a tu cumpleaños, así que hemos quedado para ir a comprar qué ponernos todas juntas mañana por la tarde, después de que Lucía salga de trabajar
Jesús: Gracias cuñada, te debo una
Marta: No lo olvidaré
Me tiré en el sofá y le escribí a Dani un rápido mensaje para quedar al otro día por la tarde en casa de sus padres, necesitaba hablar con ellos de algo importante y esperaba que no le comentaran nada a Cristina.
Al otro día, en cuanto Marta me envió un mensaje avisándome de que ya estaban todas las chicas en el centro comercial, me puse camino de casa de Dani y María, tardé una media hora en la que medité lo que iba a decirles.
Me abrió María con una sonrisa, un poco asombrada, pero me dejó pasar con su amabilidad de siempre.
Dani P: Hola.
Jesús: Hola-le estreché la mano-. Debo deducir que Dani no os ha dicho nada.
María: Debería haber llegado y comentado qué es lo que ocurre, pero, como siempre, se retrasa.
Dani: Ya estoy aquí.
María: ¿Qué vais a querer beber, café o refresco?
Los tres pedimos refrescos y ella fue hacia la cocina para traer vasos y algunos refrescos y zumos en una bandeja que dejó sobre la mesita pequeña delante de nosotros. El matrimonio estaba sentado frente a mí, Dani se sentó a mi lado y todos esperaron pacientes a que me decidiera a hablar.
Jesús: Doy por hecho que sabéis que me gusta vuestra hija desde que teníamos trece.
Dani P: Eso es cierto-sonrió-. Y que ese sentimiento aún sigue vivo también lo sabemos.
Jesús: Mi padre me dijo que era preferible que esperara a que cumpliera dieciocho para hablar con ella en vez de insistir y acepté marcando cada día en el calendario, contando uno a uno los días que me quedaban para cumplirlos y poder declararme.
Dani: ¿Por qué no lo hiciste?-Preguntó curioso-Esperaba que hablarais en cuanto yo me disculpé por la idiotez que había cometido.
Jesús: Porque maduré de golpe, el día anterior a mi cumpleaños estuve pensando en lo mucho que quería estar con ella y me di cuenta de que no tenía nada que ofrecerle.
Dani P: Nunca se tiene suficiente que ofrecer, Jesús.
Jesús: Lo sé, pero yo quiero tener con ella lo que tienen mis padres, o lo que tenéis vosotros, Mireya y Blas, Judith y Álvaro o Ana y Carlos-me froté las manos, nervioso-. Quiero tener una base donde ella pueda establecerse y, a partir de ahí, construir nuestro futuro, ya tengo todo eso, el sábado cumplo veintidós, me han contratado en un estudio de arquitectura y pago un apartamento con mi propio dinero, ahora estoy listo para ser el hombre que ella necesita y me gustaría saber que cuento con vuestro apoyo.
María: Es muy dulce por tu parte querer nuestro visto bueno, cariño, pero solo Cristina es quien puede dártelo, es su vida y su futuro y ella será quien decida. Nosotros estaremos de acuerdo con lo que ella escoja-me sonrió-. Aunque no te voy a negar que me encantaría que tú fueras nuestro yerno.
Dani: Yo prometo no meterme en vuestras decisiones de nuevo.
Jesús: Gracias.
María: Dame un abrazo, anda.
Reí mientras me levantaba y me dejaba abrazar por quien, esperaba, sería mi suegra.
El sábado por la mañana pasó más rápido de lo que esperaba, me sentía nervioso, pero estaba muy seguro de lo que iba a hacer, aunque no hubiese pensado demasiado lo que iba a decir, me bastaba con saber qué era lo que quería decir.
Llegué el primero a casa de mi madre, me iban a celebrar el día con una barbacoa para la cena.
Mayte: Mi pastelito-me abrazó y me llenó de besos las mejillas-. Felicidades, cariño.
Jesús: Gracias mamá.
Abracé a mi padre y fui a ayudarle a preparar la barbacoa mientras mi madre preparaba otras cosas en la cocina.
David: Dani me ha dicho que fuiste a hablar con ellos ayer.
Jesús: Qué rápido corren las noticias, espero que ella aún no lo sepa.
David: Solo me lo contó a mí, creo que fue más por hacerme saber el hijo tan maduro y responsable que tengo.
Jesús: Pelota.
David: Procura no meterte demasiado con tu suegro.
Jesús: Me refería a ti-me burlé-. Ahora tengo que hacerle la pelota a Dani.
David: Idiota-me dio una colleja-. Has demostrado lo mucho que vales y lo que quieres a Cristina, ninguno de nosotros habría aguantado tanto.
Jesús: Aún no me explico como he podido esperar tanto, pero creo que lo que no me ha detenido ha sido el querer ser un hombre para ella.
David: Enhorabuena, hijo, lo has conseguido y estoy muy orgulloso de ti-me dio un apretón en el hombro.
Jesús: Gracias papá.
Mayte: ¡JESÚS!
David: Ve a ver qué le pasa.
Reí y entré al salón por la puerta de la terraza, encontrándome a Carlos con su familia y a mi hermano y mi cuñada hablando con mi madre.
Jesús: Aquí estoy.
Todos vinieron a felicitarme y a darme sus regalos, los abrí entre risas, por un momento volví a ser un niño ilusionado abriendo paquetes bajo la atenta mirada de mi familia.
En media hora más, ya todos se encontraban en el jardín de casa de mis padres, padres, hijos, yernos y nueras, entre todos éramos veinticinco personas y formábamos bastante alboroto sin siquiera proponérnoslo. Me giré un momento y vi a Cristina salir de la casa, por lo que aproveché para acercarme a ella, estaba tan guapa con aquel vestido blanco y su pelo recogido en una coleta…
Jesús: Hola-me detuve frente a ella.
Cristina: Hola.
Jesús: Eres la única que no me ha felicitado con un abrazo o un beso.
Cristina: Nunca nos hemos dado un beso y no sé por qué deba empezar a hacerlo ahora-se cruzó de brazos.
Jesús: Porque quizás no quiera dejarte cerrar nuestra puerta.
Cristina: ¿Por qué?
Jesús: Porque eso significaría tener que obligarme a dejar de sentir lo que siento por ti y me niego a hacerlo.
Cristina: ¿Qué sientes?
Mayte: ¡A la mesa!
Jesús: Esta noche lo sabrás.
Tomé su mano y nos guié hacia la gran mesa que habían fabricado nuestros padres para poder sentarnos todos juntos. Me coloqué en una de las cabeceras de la mesa y Cristina lo hizo a mi derecha, todos nos miraban entre curiosos y divertidos, pero hasta más tarde nadie sabría nada.
Cerca de las once decidieron ponerme la tarta y me cantaron el cumpleaños feliz, pedí un deseo antes de soplar las velas y partí la tarta con ayuda de mi madre y Cristina.
En cuanto vi que todo el mundo había acabado la tarta y que seguían hablando entre ellos, decidí que la hora había llegado, apenas quedaban unos minutos para que acabara el día y Cristina no había dejado de mirarme de reojo en toda la noche, mientras que Marta había estado intentando mandarme señales con sus ojos y gestos con la cabeza.
Jesús: Familia, ¿podéis escucharme?
Solo conseguí la atención de los que más cerca de mí estaban, el resto seguía a lo suyo, respiré hondo bajo la mirada divertida de mi hermano mientras me levantaba y grité:
Jesús: ¡POR FAVOR!
Conseguí que todos se callaran y me miraron, extrañados por mis formas, pero me dio igual, necesitaba que todos me escucharan.
Jesús: Gracias, me gustaría decir algo.
Mayte: ¿Qué pasa, cariño?
Me aclaré la garganta y paseé mi mirada por todos y cada uno de los integrantes de mi familia, iba a desnudarles mi alma y, lejos de sentirme nervioso, me sentía con el coraje suficiente para hacerlo.
Jesús: Hace ocho años me fijé en una chica por primera vez, algo así como mi primer flechazo, algo a primera vista el primer día de instituto. Adorable ¿verdad?-pregunté retóricamente-Pues cuando se supo quién era esa persona no se me dejó acercarme a ella de forma emocional, ni hablarle sobre mis sentimientos, era algo así como una chica prohibida para mí-reí sin ganas-. Pensaron que al tener trece años me sería fácil olvidarme de ella y seguir con mi vida de adolescente-me giré hacia Cristina y fijé mi mirada en la suya-. Si no he podido hablarte sin tartamudear, de temblar si permanecía mucho rato a tu lado o he estado mirándote a hurtadillas desde un rincón ha sido porque me gustas desde que nos conocimos aquel primer día de instituto, cuando nos cruzamos en la puerta y me sonreíste cuando te dejé pasar primero. No te dije nada porque con trece o catorce años se es muy pequeño para pensar en novias, así que me callé-bajé un momento la mirada-. Mi padre me aconsejó que esperara a cumplir dieciocho, que entonces sería más maduro y nadie podría decirme nada si tú querías estar conmigo también-volví a mirarla, ella no apartaba sus ojos de mí, retorciendo sus manos de forma nerviosa-. El día antes de cumplir dieciocho decidí que no tenía nada que ofrecerte y tomé la decisión de madurar y poner metas en mi vida que cumplir para poder ser el hombre que tú necesitaras, ese del que tú te sintieras orgullosa sin tener en cuenta que tú podrías no sentir lo mismo por mí o no querer estar conmigo, al fin y al cabo nos hemos criado como primos.
Me di cuenta de cómo apretaba los dientes y desvió la mirada hacia su regazo, me agaché a su altura y busqué sus ojos, quería decirle aquello mirándola directamente y que ella me mirara también para que viera que era verdad, que era mi corazón el que hablaba por mí.
Jesús: A día de hoy tengo una carrera, un trabajo y un apartamento que pago de mi propio bolsillo, he conseguido una estabilidad que necesitaba para poder hablar contigo-sostuve sus manos entre las mías-. Quería decirte todo esto delante de nuestra familia y también que supieras que ya no queda nada de aquel niño de trece años al que le gustabas, delante de ti, Cristina, tienes a un hombre de veintidós que te ama-escuché los jadeos y exclamaciones alrededor de mí, pero solo pude ver las dos lágrimas que bajaron por sus mejillas-. Durante ocho años no he querido dejar de hacerlo y ahora ya no puedo porque te amo cada día más.
Permaneció, al menos, durante un minuto mirándome a los ojos antes de sonreír aun entre lágrimas e inclinarse para abrazarme.
Cristina: Yo también te amo.
La rodeé con mis brazos y sonreí emocionado, al fin me sentía completo. Me separé un poco de ella y rocé mi nariz con la suya antes de dar el paso y besarla. Sabía que no era su primer beso, ni ella el mío, pero estaba seguro de que seríamos el último primer beso del otro.
Terminamos separándonos entre risas por el escándalo que estaba formando nuestra familia. Me levanté y le di mi mano para que se levantara ella también, nos despedimos de todos y salimos de casa de mis padres, después de haberme declarado delante de todos, me apetecía tener un poco de intimidad con mi chica. Qué bien sonaba, mi pecho se inflaba ante esas dos palabras, mi chica.
Llegamos a un parque y paseamos de las manos.
Cristina: Parecías muy seguro, como si supieras que iba a decirte que sí, ¿qué habría pasado si te hubiese dicho que no?
Jesús: Una parte de mí siempre ha sabido que estábamos destinados al mismo camino, la otra nunca lo ha puesto en duda y ha planificado todo esto.
Cristina: ¿Destinados al mismo camino?
Jesús: Sí, yo siempre he estado destinado a enamorarme de ti y tú a enamorarte de mí.
Cristina: ¿Cómo has estado tan seguro tantos años?
Jesús: Creo en el destino y en que nuestro amor sería lo suficientemente fuerte como para aguantar.
Cristina: Siempre has sido el chico que yo necesitaba, independientemente de tu carrera, tu trabajo o tu apartamento, pero gracias por madurar y crecer por mí. Eres increíble y te amo.
Jesús: Yo también te amo, pequeña.
Cristina: Mi pastelito-rió.
Sonreí y le acaricié la mejilla antes de besarla, sintiéndome completo, ya nada nos detendría de escribir nuestra propia historia porque nuestros caminos estaban destinados a ser uno solo incluso desde que nuestros padres se conocieron muchos años atrás.

FIN



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Y se acabó, quiero terminar con un epílogo que espero subir pronto, así que espero vuestros comentarios, si aún queda alguien por aquí.

Luego voy a cerrar el blog, google me da más problemas, podéis encontrarme en Wattpad bajo el user de Piitufina.

Muchísimas gracias por tantos años de apoyo y leídas, aunque realmente no sé si quede alguien. Besos.

viernes, 23 de junio de 2017

Destinados al Mismo Camino, Capítulo 29

----Narra Clara----

Estaba en casa, tirada en el sofá leyendo un libro con las piernas sobre el regazo de mi padre cuando tocaron el timbre.

Ana: ¿Podéis abrir?

Carlos: Voy.

Me tiró del pie y me quejé sin levantar la vista, me encontraba en la parte más interesante. Mi padre volvió a tirar de mi pie, así que los bajé de su regazo y seguí leyendo, pero él me quitó el libro.

Clara: ¡Papá!

Carlos: Ve a abrir.

Clara: Tú has dicho que irías, cumple tu palabra.

Carlos: Oye, que soy tu padre.

Clara: Pero no mi jefe, así que no me des órdenes y devuélveme el libro.

Carlos: No.

Clara: ¡Papá!

Ana: Seguid discutiendo tranquilamente que yo abriré.

Carlos y Clara: Es su culpa-nos señalamos mutuamente.

Ana: Tal para cual-suspiró.

Le quité el libro a mi padre de las manos y le saqué la lengua mientras me ponía de pie.

Ana: Clara, tienes visita.

Clara: ¿Quién...?

Abrí los ojos mucho al ver aparecer a un Guillermo tímido detrás de mi madre.

Guille: Hola.

Solté el libro de cualquier manera y fui hacia él, dispuesta a sacarlo de la casa bajo la mirada atónita de todos.

Guille: Clara...

Clara: ¿Qué haces aquí?

Guille: Vengo a conocer a tus padres.

Clara: ¿Por qué?

Guille: Eso es lo que hacen los novios, presentarse a los padres.

Clara: ¿Cómo novios?

Guille: Clara, estás poniéndome muy nervioso con tantas preguntas. ¿Qué te ocurre?

Clara: Estoy muy nerviosa, nunca había estado en esta situación y, sinceramente, nunca me habría imaginado que vinieras a conocer a mis padres.

Guille: Pues los míos ya saben de ti y están deseando conocerte.

Abrí los ojos mucho y me noté sonrojar.

Guille: Pensé que sería buena idea, pero si no quieres...

Clara: No.

Puso una mueca y metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros.

Clara: Es decir, no te vayas, puedes conocer a mis padres. Quiero que conozcas a mis padres.

Guille: ¿De verdad?

Clara: Aunque luego de conocer a mi padre puedas arrepentirte.

Guille: Ya Dani me ha advertido sobre él-rió.

Clara: Qué gracioso el peque.

Guille: Y Lucía me ha hecho un resumen bastante extenso sobre vuestros apodos.

Clara: Somos una familia demasiado extensa y nada centrada, espero que no quieras salir corriendo.

Guille: Solo si es en tu misma dirección.

Clara: Qué dulce-sonreí tierna.

Guille: ¿No merezco un beso?

Asentí y me puse de puntillas para darle un beso en la mejilla, pero al último momento, giró la cabeza y presionó sus labios sobre los míos. Nuestro primer beso.

Guille: Llevo un tiempo deseando poder hacer eso.

Carlos: Pues hasta que no hables conmigo no vas a poder repetirlo, muchachito.

Clara: Papá...

Ana: Pasad dentro.

Con un suspiro, le di la mano a Guille y entramos a la casa. Ni siquiera me dejaron sentarme al lado de mi novio, mis padres me sentaron entre ellos y él quedó frente a nosotros. Rodé los ojos, el primer acto estaba a punto de comenzar.

Carlos: ¿Qué intenciones tienes con nuestra niña?

Clara: No soy...

Ana: Sh, cariño, está hablando tu padre.

Clara: Mamá...

Carlos: Estoy esperando.

Guille: Tengo una hermana mayor y sé que para un padre ningún chico va a ser lo bastante bueno para su hija y que las intenciones que lleve tampoco van a ser las mejores, pero yo le aseguro que vengo sin nada oculto y que lo que siento por Clara no empezó hace tres días y tampoco se irá en tres más.

Esbocé una sonrisa emocionada y él se sonrojó. Era tan tierno. Miré a mis padres, que miraban a Guille sorprendidos, los había dejado sin palabras.

Clara: Papá, ahora somos nosotros los que estamos esperando.

Carlos: Pues...-Se aclaró la garganta.

Escuchamos la puerta, mi hermano acababa de llegar.

Javier: Hola-miró extrañado a Guille mientras lo saludaba-. ¿Qué haces aquí?

Guille: He venido a hablar con tus padres para salir formalmente con tu hermana.

Javier me miró con los ojos muy abiertos y una sonrisa pícara apareció en su cara. Negué con la cabeza en su dirección, pero no me sirvió de nada...

Javier: Clara tiene novio, Clara tiene novio-canturreó.

Mi padre soltó una carcajada y mi madre comenzó a cantar con mi hermano.

Me tapé la cara con ambas manos y sacudí la cabeza, tenía la teoría de que la locura de mi familia nacía en mis padres y que luego ellos se la habían pegado a los demás, porque esto no era normal.

----Narra Lucas----

Pasé a recoger a Nuria a su casa para ir a tomar algo con los chicos, hacía mucho que no estábamos todos juntos y nos apetecía una reunión.

Lucas: Hola, nena.

Nuria: Hola mi graciosillo.

Le di un beso y le cogí la mano para comenzar a andar mientras nos contábamos lo que habíamos hecho en los días que no nos habíamos visto. Al llegar a la cafetería, ya estaban todos esperándonos. Éramos muchísimos, tantos que habían tenido que unir tres mesas de las grandes para que pudiéramos sentarnos todos juntos. Por su puesto cada quien iba con su chico o chica, a excepción de Jesús que estaba solo y de Cristina que estaba sentada con un chico en otra mesa.

Nuria: ¿Por qué Cristina no se sienta con nosotros?

Dani: Ese no es su novio y en cinco minutos tiene que estar aquí o iré yo a por ella-gruñó.

Lucas: ¿Qué te pasa?

Lucía: No le gusta ese chico para su hermana.

Dani: Ese no va a tocar a mi hermana, me niego.

Lucas: Jesús, ¿por qué no vas tú a por ella?

Jesús: No nos hablamos, así que no pinto nada interrumpiendo su cita.

Julia: ¿Hasta cuándo vais a seguir así?

Jesús: Eternamente-se encogió de hombros-. Si vamos a hablar de esto me piro.

Rubén: ¿Pedimos?

Después de hacer nuestros pedidos, comenzamos a hablar entre todos de diversos temas y no me perdí las miradas furtivas que el pastelito le lanzaba a la pequeña. Estos dos críos...

Lucas: Podríamos darles la bienvenida a los nuevos a nuestra gran familia-llamé la atención de todos-. Debemos darles la bienvenida.

Nuria: ¿A qué te refieres?

Lucas: Una fiesta entre todos, nunca han participado en algo en lo que estemos los veinticinco juntos.

Clara: ¿Ya somos veinticinco?

Javier: Sí, hermanita.

Noa: Qué corte ¿no?-Marta asintió de acuerdo con ella.

Rubén: Si no habéis salido corriendo ya...-Se burló.

Julia: Cállate que Diego solo conoce a mis padres aún.

Dani: Pues muy mal, porque hay que presentar a toda la familia que somos una piña.

Clara: Un grupo de locos es lo que somos.

Lucas: Eso es cierto.

Lucía: Y nos hace únicos.

Julia: Únicos en nuestra especie, porque estamos como cabras.

Diego: Me estás asustando.

Nuria: Es menos de lo que hacemos parecer, también somos muy exagerados.

Guille: ¿Algo más que debamos saber antes de decidir si salir corriendo o no?-Rió.

Dani: Pues...

Clara: ¡Dani peque!

Dani: Soy solo Dani.

Lucía: Dani es tu padre, tú eres el pequeño Dani.

Dani: Y tú princesita.

Lucía: Lo sé.

Noa: Eso es otra cosa, no entiendo lo de los apodos, es tan... Es un lío.

Javier: Nuestros padres no podían llamarse por sus nombres y a nosotros nos toca cargar con ellos.

Lucía: Yo llevo con mucho orgullo el ser princesita.

Lucas: Tú no cuentas, hermanita, no eres normal.

Javier: Si lo fueras no estarías con Dani-Se burló.

Solté una carcajada y le choqué la mano. Había sido buenísimo, aunque al peque no le hiciera ni pizca de gracia.

Estuvimos una hora más bromeando y tratando de tranquilizar a los nuevos integrantes de la familia hasta que decidimos irnos.

Al salir de la cafetería, le pedí a Nuria que me esperara un momento y fui hacia la esquina, intentando que cierta personita no se me escapara.

Lucas: Espera.

Se giró y me miró un tanto extrañada.

Cristina: ¿No ha podido venir mi hermano por sí mismo?

Lucas: Él no sabe que he venido detrás de ti-me encogí de hombros-. Quiero decirte algo.

Cristina: ¿Qué?-Se cruzó de brazos.

Lucas: Cris, sé lo que significa no saber quién eres, que las hormonas te revolucionen hasta el punto de convertirte en un rebelde y hacerles pasar a los que están a tu alrededor un mal rato, pero piensa si merece la pena enfadarte con el mundo.

Cristina: Agradezco tu consejo filosófico desinteresado, pero no estoy enfadada con el mundo, simplemente he tenido una cita.

Lucas: Te he visto besarle-abrió los ojos mucho-. He conseguido distraerlos, pero Jesús no te quitaba el ojo de encima.

Cristina: Ese es el problema, no deja de mirarme pero ni siquiera me habla, me retiró la palabra hace cinco años.

Lucas: Sé de buena fuente que has intentado hablar con él, pero quizás lo que necesite sea que tú des el primer paso.

Cristina: No lo veo claro, pero te lo agradezco graciosillo.

Lucas: Piénsalo, pequeña, puede ser tu puente hacia la felicidad.

Cristina:¿Estar con Nuria te ha vuelto un romántico o ya venías así de serie?

Lucas: Vengo así de serie-le guiñé un ojo-. Ven aquí, anda.

Sonrió y aceptó mi abrazo, la mecí un poco y le di un beso en la coronilla antes de soltarla.

Cristina: Gracias por esto, lo necesitaba-me sonrió mientras nos separábamos-. Pero no puedo esperar toda la vida a que se decida a dar el paso, debo continuar mi camino y si nuestro destino no es estar juntos, mientras antes lo asuma, antes conseguiré superarlo. Nos vemos.

Me dio un beso en la mejilla y siguió calle abajo.

Nuria: Qué tierno te ves haciendo de primo.

Me giré a verla y la miré interrogante.

Lucas: No hacía de primo, sino de amigo.

Nuria: ¿Tan mal están?

Lucas: Él no termina de dar el paso y ella parece buscar sustituirlo-negué con la cabeza-. Supongo que algún día acabarán por arreglarlo por ellos mismos.

Nuria: Son los pequeños de la familia, nosotros ya estamos escribiendo nuestras historias, ahora hay que dejar que ellos empiecen las suyas.

Lucas: Eres muy sabia-la abracé-. Y te quiero.

Nuria: Yo también te quiero mi graciosillo preocupado.

Reí y bajé mis labios hacia los suyos por un beso, mi niña tenía razón, cada quien escribe su historia cuando se siente preparado y con quién se siente preparado.

Lucas: Tengo una gran noticia.

Nuria: ¿Qué es?

Lucas: He acabado de mudarme, cuando quieras puedes ir a verlo.

Nuria: ¿Me invitarías a cenar para inaugurarlo?

Lucas: Cuando mi niña desee.

La volví a besar y pusimos rumbo a mi apartamento a celebrar que estábamos juntos, que nos queríamos y éramos felices.

**
Bueno... Tengo una aclaración que hacer. Después de leer, releer, estudiar y decidir, me he dado cuenta de que solo queda un capítulo para el final. Sí, mis pequeños están preparados para decir adiós y yo... No tanto, pero necesito dejarlos ir.

Una vez alguien me propuso hacer segunda parte de esta secuela, después de haberlo pensado mucho, he decidido que aquí me quedo, quiero avanzar en mis otras historias y está ya ha llegado a su adiós definitivo.

Me queda un capítulo que solo tengo que editar, el epílogo y, si os gusta la idea, ir publicando de vez en cuando algunos extras sobre ellos, por si os da curiosidad saber qué ocurre después del final. Espero vuestra opinión.

Un beso enorme y gracias por todo!!