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miércoles, 17 de febrero de 2021

Extra 6: Mamá osa al rescate

 Me encontraba tirado en el sofá viendo un partido de baloncesto tranquilamente en casa, con los pies sobre la mesa de centro. Era mi tarde libre y estaba aprovechando para descansar ya que había tenido una semana bastante larga en el trabajo. Suspiré acomodándome mejor y le di volumen a la televisión. 

Pocos minutos después, escuché la puerta y levanté la mirada para ver a mi chica entrar.

Rubén: ¡Hola cariño!

Marta: ¿Cómo que hola cariño? ¿Has visto el estado de la casa? Madre mía, Rubén, ¿qué has hecho durante todo el día?

Rubén: Me alegra verte también, cielo-resoplé volviendo la mirada hacia el partido.

Marta: Es increíble -me quitó el mando justo cuando mi equipo tiraba el balón hacia la canasta.

Rubén: Pero...

Marta: Nada de peros. Te estoy hablando en serio, ¿has hecho algo más que tirarte en el sofá todo el día?

Rubén: La cocina está organizada... -Traté de pensar rápidamente entre lo que había estado haciendo durante el día que incluyera alguna tarea doméstica- Y prometo que el baño está limpio.

Marta: Rubén, la ropa sigue en la lavadora, tus zapatos de ayer tirados junto al sofá, desde aquí puedo ver que la cama no está hecha y el salón parece un estercolero... ¿En serio me estás diciendo que porque no has desorganizado la cocina o ensuciado el baño ya está todo hecho?

Rubén: Tampoco es para tanto...

Marta: ¿Cómo que no?, ¿pretendes que lo haga yo después de todo el día trabajando de pie? Esto es lo más grande -resopló dirigiéndose hacia nuestra habitación.

Rubén: Estamos hablando.

Marta: Yo ya he acabado de hablar-me cerró la puerta en la cara-. Ve a ver tu partido.

Rubén: Si te vas a enfadar, mejor que no.

Fui hacia la cocina y me puse a sacar la ropa de la lavadora. Tuve que arrugar la nariz, olía mucho a humedad, Marta iba a matarme...

Mi teléfono sonó, fui hasta el sofá a por él y contesté volviendo hacia mi problema.

Rubén: Dime mamá.

Mayte: Ui qué seco, ¿qué ha pasado?

Rubén: Marta se ha enfadado conmigo y hemos discutido -resoplé-. Joder, esto es una mierda... ¿Mamá?

Me aparté el teléfono del oído para confirmar que me había colgado. No era mi día con las mujeres. Resoplé y decidí que sería mejor ir a pedirle perdón a mi chica e intentar que me ayudara a arreglar el desastre que había formado por mi holgazanería.

Toqué a la puerta y la abrí solo un poco.

Rubén: Marta... Lo siento -puse mi mejor cara de perrito, pero no me funcionó, porque me alzó las cejas y puso los brazos en jarra-. De acuerdo, soy un desastre, me he relajado y se me ha olvidado hacer las cosas pero prometo que lo voy a hacer todo ahora si me ayudas con la que he liado con la colada.

Puse un puchero y batí mis pestañas, tratando de darle pena para que se apiadara de mí. Sonreí cuando suspiró y se acercó a mí.

Marta: ¿Qué hago contigo?

Rubén: Se me ocurren varias cosas -alcé las cejas de forma pícara y ella rió-. Pero la más importante es quererme.

Marta: Eso ya lo hago, idiota.

Rubén: ¿Me das mi beso ahora?

Marta: No hasta que vea la casa reluciente, ese va a ser tu castigo por holgazán.

Rubén: Venga ya, no te he visto en todo el día, merezco un beso por lo menos.

Marta: Nop -me rodeó y salió en dirección a la cocina-. ¡Rubén voy a matarte!

Fui arrastrando los pies dispuesto a cumplir con mi condena cuando el timbre nos sorprendió a ambos, abrí y me encontré a mi madre con los ojos muy abiertos y una mueca de disgusto.

Rubén: ¿Mamá?

Mayte: ¿Qué ocurre?, ¿a qué vienen esos gritos?

Marta: Como me hayas estropeado la blusa rosa te juro que vas a tener que recorrerte todo el país hasta encontrarme otra igual... Ho-hola Mayte.

Se quedó un poco cohibida en la entrada de la cocina y yo aproveché para esconderme detrás de mi madre, como cuando era pequeño y le hacía alguna trastada a mi padre.

Mayte: Creo que una blusa no es razón para todos esos gritos.

Marta: Es que se le olvidó tender la ropa esta mañana y ahora huele toda la colada a humedad, aparte de que no ha hecho nada durante el día y la casa está hecha un desastre...

Mayte: Pero se pueden hablar las cosas, a ver, trae la blusa.

Le quitó la prenda de las manos y se la llevó a la nariz, después se dirigió hacia la lavadora como si fuera la dueña de la casa.

Mayte: Nada que un nuevo lavado no pueda arreglar, luego procura que le dé bastante el aire y listo. ¿Algo más desastroso?

Marta: Íbamos a arreglar el resto entre los dos.

Mayte: Entonces no quiero escuchar más gritos ni discusiones por tonterías como estas. Me voy que he dejado a tu padre pendiente de la cena y no me fío de él en la cocina -se acercó a mí y puso ambas manos en mis mejillas-. Que pases buena noche, mi niño.

Me besó de forma sonora una mejilla y salió de casa como si nada. Carraspeé y miré a mi chica que tenía una mirada de completa perplejidad.

Marta: ¿Qué ha sido eso?

Rubén: Mamá osa al rescate -me encogí de hombros.

Y ambos estallamos en sonoras carcajadas durante un buen rato. Después nos reconciliamos y organizamos la casa entre los dos.

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